El "accidentado" camino a la gloria de Cien Años de Soledad
- 29/09/2023
- Latinoamérica Mágica
- Blanca González Marcó
La creación de Cien Años de Soledad fue fascinante, mas no exenta de vicisitudes y anécdotas -muy cercanas al realismo mágico- para su autor.
Ven para saber las anécdotas de Gabriel García Márquez durante la creación de su gran obra.
Anecdotario de una Obra Trascendental
Cien Años de Soledad es una de las obras más importantes de la literatura hispanoamericana y mundial. Novela publicada por primera vez en 1967 por la Editorial Sudamericana, leída, reconocida y celebrada alrededor del planeta, le acreditó el éxito definitivo a Gabriel García Márquez, “Gabo”, así como el Premio Rómulo Gallegos en 1972 y -por toda su obra- el mismísimo Premio Nobel de Literatura en 1982.
Al leerla una, dos, tres, muchas veces, nos sumergimos en el realismo mágico de esa apasionante historia sobre la familia Buendía y el pueblo de Macondo, con todos sus enredos, absurdos y vicisitudes.
Así como los personajes de la obra, el autor (con la vital ayuda de su esposa, Mercedes Barcha) también tuvo que lidiar con enredos, absurdos y vicisitudes para poder escribirla y publicarla, obstáculos que bien podrían catalogarse como parte de lo “real maravilloso” de Cien Años de Soledad.
Una idea que llega de repente
Contaba García Márquez que la idea de Cien Años de Soledad le llegó de golpe, casi como una epifanía. Era el año de 1965, Gabo vivía en México y había dispuesto pasar un fin de semana en la playa con su esposa y sus hijos; así que mientras manejaba entre Ciudad de México y Acapulco una idea llegó a su mente, una frase, tal vez una de las más conocidas de la literatura mundial hoy día: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Decía Gabo que tal fue el impacto de esa frase que llegó de repente a su cabeza, que estuvo a punto de llevarse por delante a una vaca que se le atravesó en la vía. No llegaron a Acapulco (o tal vez sí), García Márquez, “fulminado” por la idea que acababa de tener, decidió regresar a su casa en Ciudad de México, se encerró en su cuarto y escribiría sin parar durante 18 meses hasta que terminó su novela, sin imaginar el impacto que esta tendría en su vida y en la literatura universal.
Cien años de soledad y dieciocho meses de malabares
Contar la historia de la familia Buendía no fue trabajo sencillo, García Márquez se sumergió en su imaginación y su máquina de escribir.
Sin poder generar ingresos, decidieron vender su carro y Gabo le pidió a Mercedes que administrara ese dinero “que debía rendir para diez años” (alcanzó apenas para tres meses) para sostener a la familia mientras él se dedicaba a escribir.
Gabo contaba que no sabía cómo hizo Mercedes, pero que nunca faltaron la comida, las resmas de hojas para la máquina de escribir, ni sus cigarros. Resulta que la esposa de García Márquez pidió prestado a los amigos y empeñó unas cuantas cosas (joyas incluidas) en esos 18 meses que duró la concepción de Cien Años de Soledad; así sobrevivieron.
En 1966 llegaron al extremo de adeudar tres meses del alquiler de su casa, el dueño llamó a Mercedes y ella -previa consulta con el escritor- le respondió que le pagarían seis meses después, afortunadamente el propietario confió en su palabra y pudieron cumplir en el plazo prometido.
Es justo decir que Cien Años de Soledad no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de Mercedes Barcha a su marido.
El manuscrito que casi se lleva la lluvia
Otra anécdota en toda la sucesión de hechos curiosos que rodearon la escritura y publicación de Cien Años de Soledad, cercana al mismo realismo mágico de la ficción, se relaciona con Esperanza Araiza, «Pera», reconocida mecanógrafa y transcriptora que se encargó de “pasar en limpio” el manuscrito corregido de la obra.
“Pera” llevaba el manuscrito para su casa cuando se desató un gran aguacero, en el camino sufrió un percance: al bajar del autobús varias hojas cayeron en un gran charco. Llegó a su casa y secó hoja por hoja con una plancha.
Cien Años de Soledad viaja de México a Argentina
Cuando Gabo termina la obra, se dirige al correo con Mercedes para enviar el libro desde México a la Editorial Sudamericana, en Argentina.
Acá empieza otro episodio propio de lo “real maravilloso”: ya en la oficina de correos pesan el libro de 700 páginas, el costo era de 83 pesos mexicanos; Gabo consulta con Mercedes y ella le advierte que solo dispone de 45 pesos.
Dividieron el original y le pidieron al trabajador del correo que pesara las hojas hasta completar el equivalente a los 45 pesos que tenía Mercedes y así enviaron la mitad de la novela (dicen que en lugar de la primera parte, enviaron la segunda).
Para mandar a Argentina la segunda mitad de la novela, Gabo recordaba que tuvieron que ir a la casa de empeño y allí dejaron el calefactor del escritor, un secador de pelo y una licuadora; por todo eso les dieron 50 pesos mexicanos.
Regresaron a la oficina del correo, pesaron la mitad restante del libro, el empleado les comunicó que la encomienda tendría un costo de 48 pesos. Pagaron y finalmente enviaron la obra completa a Buenos Aires.
Mercedes, no obstante, saldría de la oficina de correos diciendo: “ahora lo único que falta es que esta novela sea mala”.
El mundo conoce a los Buendía
Después de toda una odisea, Cien Años de Soledad llegó a las manos de Francisco Porrúa, editor de la Editorial Sudamericana, quien declaraba en 2007 para la BBC:
“La publicación ya estaba decidida con la primera línea, con el primer párrafo. Simplemente comprendí lo que cualquier editor sensato hubiera comprendido en mi lugar: que se trataba de una obra excepcional.”
La primera edición de mayo de 1967 tuvo un tiraje de 8.000 ejemplares que se agotó en menos de un mes y fue reeditada y reimpresa múltiples veces desde entonces, por la misma Editorial Sudamericana y las editoriales más importantes del mundo, incluso existe una edición de la Real Academia Española.
En total, Cien Años de Soledad ha tenido 100 ediciones, se han vendido 50 millones de ejemplares y ha sido traducida a 39 idiomas.
"Estoy, en efecto, trabajando en mi quinto libro, Cien años de soledad. Es una novela muy larga y muy compleja en la cual tengo fundadas mis mejores ilusiones".
Carta de Gabo para Paco Porrúa. (Octubre, 1965)
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