Bolívar y Manuela
Bolívar y Manuela, sus cartas de amor

Bolívar, Manuela y sus cartas de amor en tiempos de guerra

Se conocieron, se hicieron amigos, amantes y eternos enamorados de la Independencia y de su pasión: Bolívar, Manuela y sus cartas de amor en tiempos de guerra. Ven Para Saber más. 

Se conocieron en Quito

Simón Bolívar y Manuela Sáenz se conocieron en Quito, Ecuador, un 16 de junio de 1822. Recién se había constituido la Gran Colombia y estaba en ciernes la campaña hacia el sur, que consolidaría la Independencia de Perú y la creación de Bolivia.

Apenas un mes antes, el 24 de mayo de 1822, había ocurrido la Batalla de Pichincha, que selló la Independencia ecuatoriana. Luego de dicho suceso, Bolívar era recibido triunfante en las calles de Quito,

“El prócer entra al Centro Histórico por la calle Guayaquil, llega hasta la Chile para cruzar lo que hoy es la Plaza de la Independencia y llegar al Palacio de Gobierno”, señala el historiador ecuatoriano Héctor López Molina, en referencia a las actuales direcciones de la capital ecuatoriana. Desde uno de los balcones con vista privilegiada a los festejos y el paso de los libertadores, estaba Manuela Sáenz. 

Un detalle imposible de obviar

Manuela “lanza la corona de laureles y rosas desde el balcón; y entonces, algo insólito y mágico sucede: La hermosa corona de la bella Manuela, que era grande y pesada, toca el pecho del militar, y al caer al piso espanta al caballo del Libertador. El animal, asustado, levanta sus patas y relinchando, por poco hace caer al suelo al valiente héroe”, relata López Molina sobre aquel encuentro. Pero un detalle había en todo aquello.

 

Manuela Sáenz estaba casada con el inglés James Thorne, aquel amor debió sortear además del contexto de la guerra, las contradicciones de pareja y sociales de la época. Que, si en la actualidad es un conflicto, cómo sería en aquellos años. 

La carta, apenas dos meses después

Algo mágico debe existir para el amor, pues apenas dos meses después de aquel encuentro casi fortuito, Bolívar ya le escribía hermosas cartas a Manuela. La que citamos a continuación, la escribió desde el Cuartel de Guaranda, en Ecuador, el 3 de julio de 1822:

A la distinguida dama, Sra. Manuela Sáenz

Apreciada Manuelita:

Quiero contestarte, bellísima Manuela, a tus requerimientos de amor que son muy justos. Pero he de ser sincero para quien, como tú, todo me lo ha dado. Antes no hubo ilusión, no porque no te amara Manuela, y es tiempo de que sepas que antes amé a otra con singular pasión de juventud, que por respeto nunca nombro.

 No esquivo tus llamados, que me son caros a mis deseos y a mi pasión. Sólo reflexiono y te doy un tiempo a ti, pues tus palabras me obligan a regresar a ti; porque sé que esta es mi época de amarte y de amarnos mutuamente.

Sólo quiero tiempo para acostumbrarme, pues la vida militar no es fácil ni fácil retirarse. Me he burlado de la muerte muchas veces, y esta me acecha delirante a cada paso.

Qué debo brindarte: ¿un encuentro vivo acaso? Permíteme estar seguro de mí, de ti y verás querida amiga quién es Bolívar al que tú admiras. No podría mentirte.

¡Nunca miento! Que es loca mi pasión por ti, lo sabes.

Dame tiempo. Bolívar”

La respuesta de Manuela

Los acontecimientos de la guerra continuaban, Manuela era también aliada de la causa de la Independencia. Hubo tiempo para responder la carta de Simón.

“El Garzal, a 27 de julio de 1822

A Su Excelencia General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí hay de vivaz todo un hechizo de la hermosa naturaleza. Todo invita a cantar, a retozar; en fin, a vivir aquí. Este ambiente, con su aire cálido y delicioso, trae la emoción vibrante del olor del guara (sic) porque llega fresco del trapiche, y me hace experimentar mil sensaciones almibaradas.

Yo me digo: este suelo merece recibir las pisadas de S.E. El bosque y la alameda de entrada al Garzal, mojados por el rocío nocturno, acompañarían su llegada de usted, evocando la nostalgia de su amada Caracas. Los prados, la huerta y el jardín que está por todas partes, serviránle de inspiración fulgurante a su amor de usted, por estar S.E. dedicado casi exclusivamente a la guerra.

Las laderas y campos brotando lores y gramíneas silvestres, que son un regalo a la vista y encantamiento del alma. La casa grande invita al reposo, la meditación y la lectura, por lo estático de su estancia. El comedor, que se inunda de luz a través de los ventanales, acoge a todos con alegría; y los dormitorios reverentes al descanso, como que ruegan por saturarse de amor…

Los bajíos a las riberas del Garzal hacen un coloquio para desnudar los cuerpos y mojarlos sumergidos en un baño venusiano; acompañado del susurro de los guaduales próximos y del canto de pericos y loros espantados por su propio nerviosismo.

Le digo yo, que ansío de la presencia de usted aquí. Toda esta pintura es de mi invención; así que ruego a usted que perdone mis desvaríos por mi ansiedad de usted y de verlo presente, disfrutando de todo esto que es tan hermoso.

Suya de corazón y de alma, Manuela Sáenz”.

Hubo otra carta, escrita un día después:

 

“El Garzal, a 28 de julio de 1822

General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Aquí estoy yo, ¡esperándole! No me niegue su presencia de usted. Sabe que me dejó en delirio y no va a irse sin verme y sin hablar…con su amiga, que lo es loca y desesperadamente.

…aquí hay todo lo que usted soñó y me dijo sobre el encuentro de Romeo y Julieta… y exuberancias de mi misma. Manuela Sáenz”

La conspiración derrotada por el amor

El amor de Manuela y Simón traspasó obviamente las cartas. Fue también convivencia. En 1828, estaban juntos en Bogotá, eran los tiempos convulsos de las intrigas contra la unión grancolombiana. La señora Sáenz continuaba acompañando los sueños de El Libertador.

En ese contexto ocurre la llamada “conspiración septembrina”, mediante la cual, el 25 de septiembre de 1828, se pretendía asesinar a Bolívar.

Manuela cuenta sobre los sucesos que los conspiradores entraron y le cuestionaron dónde estaba Bolívar. Registraron las piezas que albergaban al Libertador y luego dijeron al ver la ventana abierta hacia la calle 10 de Bogotá: “huyó, se ha salvado”.

Ella le había salvado la vida, había logrado alertar sobre el intento de magnicidio y luego logró distraer a los conspiradores para dar tiempo al escape de Bolívar.

Esta historia de amor continuará. 

Casi una despedida de Bolívar a Manuela
Casi una despedida de Bolívar a Manuela

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