Manuela Sáenz, heroína quiteña y Libertadora del Libertador
Manuela Sáenz (Ilustración de Mariana González - 2023)

Manuela Sáenz, heroína quiteña y Libertadora del Libertador

Manuela Sáenz fue mucho más que la “amante de Bolívar”, era una mujer valiente que se enfrentó a los prejuicios y el machismo de una sociedad conservadora; autodidacta de la política y la guerra.

Se destacó como luchadora por la causa patriota desde antes de conocer a Simón Bolívar, a quien amó y salvó en varias oportunidades.

Manuelita se mantuvo fiel a sus convicciones políticas hasta el fin de sus días, condenada al exilio.

Los enemigos  y detractores de Bolívar, al igual que unos cuantos historiadores mezquinos del siglo XIX, trataron de borrar su nombre de la historia, pero no lo lograron. Hoy en día es una de las figuras más admiradas de la independencia latinoamericana y su participación ha sido revindicada tanto en Ecuador, como en Perú, Bolivia, Colombia y Venezuela.

Ven para saber más sobre la vida de Manuela Sáenz.

Nacimiento, infancia y juventud

Manuela Sáenz nació en Quito, el 27 de diciembre de 1797. Hija “ilegítima” del español Simón Sáenz Vergara y de la criolla quiteña María Joaquina Aizpuru.

Crece con su madre, en vista de que su padre estaba casado con la aristócrata Juana María del Campo Larrahondo y Valencia.

Al entrar en la adolescencia, en 1809, le toca presenciar los primeros movimientos independentistas que se desarrollan en Quito. El 10 de agosto un grupo de rebeldes se subleva contra Manuel Ruíz Urriés de Castilla, presidente de la Real Audiencia de Quito, consiguen que huya y toman la ciudad.

Al calor de los hechos, la jovencita Manuela Sáenz empieza a interesarse por la política, ella y su madre toman partido por los revolucionarios. A diferencia de su padre, regidor del Cabildo, que se mantiene leal a la corona española (razón por la que es detenido ese mismo año y liberado en 1810, cuando son derrotados los republicanos y muchos de ellos asesinados).

A partir de ahí y de todos los desmanes cometidos por los realistas contra los sublevados independentistas de los que fue testigo, Manuela definiría sus ideales republicanos y tendría muy claras sus convicciones sobre el bando al que debía pertenecer.

Uno de sus referentes fue la revolucionaria Manuela Cañizares, activa colaboradora de la causa patriota en Quito.

Educación

Debido a los peligros de permanecer en la ciudad en medio de las revueltas, Manuela y su madre se trasladan a la hacienda de Catahuango, donde la joven aprende a montar a caballo y doña María Joaquina le enseña a bordar, a preparar exquisitos dulces, así como normas de “urbanidad y buenas maneras” y “códigos de vestimenta”.

Algún tiempo después regresan a Quito y ambos padres de Manuela deciden internarla en el Convento de Santa Catalina, Sáenz tenía 17 años.

En el convento, Manuela aprende a leer y a escribir, algo que le será extremadamente útil para su formación política y su futuro como oficial patriota, compañera de Bolívar, integrante de su Estado Mayor y custodia del archivo del Libertador. En el futuro inmediato devorará libros de filosofía clásica, así como textos de los filósofos de la Ilustración, en boga para la época.

Sin embargo, Manuelita no se siente cómoda con su reclusión y escapa del lugar.

“Manuela había mantenido a Quito en agitación durante toda su primera juventud; había sido un torbellino. Tenía un genio manifiesto para descubrir las debilidades humanas (...) Nunca había sido humilde ni mostrado el recato de la doncella. Era agresiva, decidida y voluble: alegre, sensible, de genio vivo y valiente según soplara el viento.”

Matrimonio con James Thorne

Carta de Manuela a James Thorne- 1824

En el año de 1817, en un intento fallido de apaciguar su rebeldía, el padre de Manuela la obliga a casarse con el acaudalado comerciante inglés James Thorne, 27 años mayor que ella y al que la joven no quería en absoluto.

La pareja fija residencia en San Sebastián de Lima en 1819, allí la vida de Sáenz transcurre sin sobresaltos entre la aristocracia limeña, hasta que decide involucrarse activamente en la lucha revolucionaria.

Manuela y la causa patriota

Incorporada de lleno al bando republicano, organizaba reuniones conspirativas contra el virrey del Perú que camuflaba como fiestas. Conoce y hace amistad con la guayaquileña Rosa Campuzano, muy cercana al general San Martín.

Arriesga su vida cumpliendo servicios de espía e informante para el general José de San Martín, quien la condecora en 1821 otorgándole el título de Caballeresa de la Orden del Sol (cuya medalla tenía una inscripción que decía Al patriotismo de las más sensibles”), justo después de la campaña del argentino en el sur peruano y de la proclamación de la independencia del Perú, todo esto mientras Bolívar se ocupaba de liberar Venezuela y Nueva Granada.

Así pues, Manuela Sáenz ya era una destacada militante patriota mucho antes de conocer a Simón Bolívar.

Relación con el Libertador Simón Bolívar

En 1822, con la intención de alejarse de su marido, Manuela viaja con su padre a Quito.

Allí siguió colaborando con los patriotas como informante y proveyéndoles de alimentos y otros suministros, también entabla una relación de amistad con Antonio José de Sucre y ayuda en la logística previa a la Batalla de Pichincha (24 de mayo de 1822), decisiva para la liberación de Ecuador.

El 16 de junio de 1822, Simón Bolívar hace su entrada triunfal en Quito, donde es aclamado por el pueblo y recibido como héroe. Cuentan que fue durante esta aclamación popular que Simón y Manuela cruzaron miradas por primera vez.

Esa misma noche los presentan formalmente en una fiesta celebrada en honor al Libertador, en casa de Juan Larrea. Bolívar tenía 38 años y Manuela 24.

Inician una relación sentimental, en principio epistolar por la marcha del general patriota hacia Perú. Entretanto, armada, a caballo y con un uniforme patriota que le regaló Bolívar, para mayor escándalo, Manuela se ocupaba de patrullar, disuadir y disolver a grupos de revoltosos e insurrectos afines a los españoles.

La coronela Manuela Sáenz

En 1823, Manuela decide unirse al Libertador en Perú, importándole poco las habladurías de las sociedades de Quito y Lima por este romance extramatrimonial que para nada trató de ocultar.

En esta ciudad, Simón Bolívar la nombra miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador.

En 1824, Manuelita luchó en el campo de batalla de Ayacucho al lado de Antonio José de Sucre, única mujer que participó en esta gesta como oficial patriota y donde fue ascendida a coronela del Ejército Colombiano a solicitud del mismo Sucre. En Ayacucho queda sellada definitivamente la independencia del Perú.  

Culminada la campaña libertadora en Ayacucho, entre 1825 y 1826 de forma intermitente Manuela vive con Bolívar en el Palacio de La Magdalena cerca de la ciudad de Lima.

En septiembre de 1826, el Libertador parte a Bogotá, Manuela permanece en Perú resguardando como puede las flamantes instituciones republicanas y defendiendo las ideas bolivarianas. En el interin es detenida por los enemigos de Bolívar y luego desterrada en 1827.

Manuela Sáenz permaneció en Quito algún tiempo y en 1828, llamada por Bolívar, parte hacia Bogotá para reunirse con él.

“[Manuela Sáenz] Se ha destacado particularmente (...) por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos”.

La Libertadora del Libertador

Una vez en Bogotá, donde Bolívar ejerce la Presidencia de Colombia, Manuela reside con él entre la Quinta de Bolívar y el Palacio de Gobierno de San Carlos.

Simón Bolívar la responsabiliza de la custodia de su archivo personal.

Con el ambiente político enrarecido por las intrigas y conspiraciones en marcha, Manuela comienza a sospechar del vicepresidente Francisco de Paula Santander (que la detestaba) y su entorno y se mantiene en alerta.

Conspiración Septembrina

El 25 de septiembre de 1828 Manuela salva a Simón Bolívar de una muerte segura durante la llamada «Noche o Conspiración Septembrina», atentado organizado por Santander, quien envía a doce conjurados, con Pedro Carujo a la cabeza, para asesinar al presidente.

Manuelita, percatándose del peligro, pone en alerta a Bolívar y se enfrenta valientemente a los golpistas; a los que logra distraer mientras el Libertador salta por una ventana y huye, escondiéndose bajo un puente cercano hasta que fue sofocada la rebelión.

A partir de esa noche, Simón Bolívar -agradecido- la nombra Libertadora del Libertador. No sería la única vez que Sáenz salvaría a su compañero sentimental y líder.

Después de este magnicidio frustrado, las tensiones se mantuvieron. No obstante, Manuela siguió organizando reuniones, bailes y agasajos; según testimonios de la época, Manuelita “era era acogedora, sabía escuchar y gratar; también era alegre y de una generosidad ilimitada.”

Las reuniones no tenían únicamente un fin de entretenimiento, en ellas Manuela también pulsaba las opinión y posición del entorno del presidente de Colombia. Mientras tanto, sus criadas Nathán y Jonatás se encargaban de transmitirle lo que decía en las calles el pueblo llano.

También se cuenta que organizaba representaciones teatrales de mofa contra los enemigos de Bolívar, lo que escandalizaba aún más a la alta sociedad bogotana.

Expulsión y destierro de la heroína tras la muerte de Bolívar

En 1830, se desmorona el sueño grancolombiano de Bolívar, en medio de un clima cada vez más peligroso y con múltiples enemigos al acecho y desterrado de su propio país natal (Venezuela), renuncia a la presidencia. En ese contexto, en julio de ese año Manuela escribe y publica un panfleto titulado La Torre de Babel, por el cual se ordena su detención.

Manuelita, víctima de calumnias santanderistas de distinto calibre, se refugia en Guaduas (Colombia), allí se entera de la muerte de su amado Simón cuando recibe una carta de Perú de Lacroix.

Fiel al ideal bolivariano, Manuela regresa a Bogotá para ratificar su lealtad y defender el legado de Simón Bolívar. En julio de 1831, con Rafael Urdaneta fuera del poder, Sáenz es perseguida durante años, hasta que en enero de 1834 recibe la orden de abandonar Colombia; antes de su expulsión la recluyen en una cárcel de mujeres y confiscan sus bienes.

Unos días después, Manuelita sale de Colombia desde Cartagena hacia Kingston (Jamaica). Desde allí escribe al presidente de Ecuador, el venezolano Juan José Flores, para que le permita regresar a Quito, Flores accede y le envía un salvoconducto.

Por desgracia, cuando se encontraba en camino a Quito y ya en tierra ecuatoriana, invalidan su salvoconducto pues ya Juan José Flores no era presidente y su sucesor (Vicente Rocafuerte) ordena su destierro.

Paita

Sin saber a dónde ir, la errante Manuela se dirige al Perú. Allí aceptan su ingreso pero la confinan a la localidad de Paita, un pueblo costero del norte peruano.

En Paita, la heroína quiteña debe sobrevivir preparando y vendiendo dulces y tabaco, ofrece sus primorosos tejidos y bordados, así como sus servicios de traducción para marinos y visitantes extranjeros que visitaban el puerto.

Manuelita se rodea de perros a los que llama con los nombres de los enemigos de su amado Simón.

En 1847 recibe la noticia de la muerte de James Thorne, había sido asesinado en Pativilca (Perú), el 19 de junio de ese año. En su testamento, Thorne disponía la devolución de los 8000 pesos (más intereses) de la dote de su matrimonio. Manuela jamás recibió ese dinero.

Hasta aquel rincón peruano llegaron a visitarla Simón Rodríguez, Giuseppe Garibaldi y Hermann Melville, entre otros personajes.

Se dice que muchos pobladores de Paita le solicitaban que fuera madrina de sus hijos y que ella accedía con la condición de que los bautizaran con los nombres Simón o Simona.

En aquel puerto peruano Manuela pasará el resto de su vida, sus últimos años en silla de ruedas.

Fallecimiento

En 1856 hubo una epidemia de difteria en Paita, Manuela es contagiada y muere el 23 de noviembre a los 58 años.

Como medida de prevención para evitar la propagación de la epidemia, su cuerpo fue incinerado y arrojado a una fosa común, mismo destino correrían las atesoradas cartas que conservaba de Simón Bolívar, documentos de la independencia y todas sus humildes pertenencias.

Más de un siglo después, en agosto de 1988, es ubicada la fosa común donde se depositaron los restos de Manuela Sáez en el cementerio de Paita. Lograron identificar el sitio por la cruz que solía llevar la Libertadora del Libertador.

Censura Post-mortem

En el año 1883, en homenaje a Simón Bolívar en el centenario de su nacimiento, el presidente venezolano de entonces (Antonio Guzmán Blanco) ordenó la impresión de las Memorias del General Daniel Florencio O’Leary. Todo iba bien hasta que tocó imprimir el tomo referido a Manuela Sáenz -cartas incluidas-.

Guzmán Blanco impidió su publicación y ordenó que se quemaran los originales; supuestamente para “salvaguardar el honor del Libertador”, expresando que La ropa sucia se lava en casa y jamás consentiré que una publicación que se hace por cuenta de Venezuela amengüe al Libertador”. Algunos pliegos fueron salvados del fuego y volvieron a ver luz en 1914.

Panteón Nacional

Por disposición gubernamental, en el marco de los 199 años de la firma del Acta de la Independencia de Venezuela -el 5 de julio de 2010- los restos simbólicos de Manuela Sáenz (tierra de Paita) fueron trasladados desde Perú hasta Venezuela por vía terrestre.

Una vez en Caracas, fueron depositados en el Panteón Nacional, justo al lado de la bóveda que guarda los restos del Libertador y gran amor de Manuela: Simón Bolívar.

«Ella es también Libertadora, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía y valor, sin que usted y otros puedan objetar tal. [...] De este raciocinio viene el respeto que se merece como mujer y como patriota».

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