El Juramento de Bolívar en el Monte Sacro
- 15/08/2024
- Destacados, Historias de Colores
- Blanca González Marcó
El 15 de agosto de 1805 Simón Bolívar, que entonces contaba con apenas 22 años, pronunció un juramento que tendría un carácter tan profético como histórico en la colina conocida como Monte Sacro, en Roma (Italia).
Testigos de aquella promesa de liberación fueron Simón Rodríguez, su gran maestro en la niñez y su amigo Fernando Rodríguez del Toro.
Varios años más tarde, el futuro Libertador cumpliría aquella promesa al pie de la letra.
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El segundo viaje a Europa de Simón Bolívar
Después de la muerte de su esposa, María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, el joven Simón Bolívar lleno de dolor decide partir por segunda vez a Europa, hace una primera escala en Madrid para visitar a su suegro y acompañarse en el duelo. Después marcha hacia París donde se encuentra con Simón Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro y desde allí deciden emprender un viaje por varias ciudades.
El 6 de abril de 1805 salen de la capital francesa y recorren las ciudades de Lyon, Chambéry, Turín, Milán (allí presenciaron la coronación de Napoleón como rey de Italia), Montichiari, Venecia, Florencia y Roma, a donde llegan en el mes de julio y se hospedan en una posada de la plaza España.
El Juramento en el Monte Sacro
Durante varios días los tres viajeros estuvieron recorriendo Roma y conociendo sus grandes monumentos y ruinas del pasado imperial. El 15 de agosto, aprovechando la festividad del Ferragosto (cuando los romanos acostumbraban irse de paseo a las afueras de la ciudad), se dirigieron al Monte Sacro, situado a la orilla del río Anio, lugar emblemático en la historia de la Antigua Roma y donde se concentraban los plebeyos en su lucha contra los patricios.
Después de ascender la colina y llegar a la cima, se detuvieron a descansar y probablemente conversaron sobre la historia, sus ideas sobre la Ilustración y sus deseos de independencia y libertad para la que entonces era la Capitanía General de Venezuela.
Es allí, al final de la tarde, donde Bolívar se levanta delante de su querido maestro y consejero Simón Rodríguez y exclama solemnemente su juramento lleno de ímpetu e idealismo juvenil:
«¿Con que éste es el pueblo de Rúmulo y de Numa, de los Gracos y de los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano. Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma. Si la degüella a sus compatriotas; y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas; por un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios. Este pueblo ha dado para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carro sobre el trono destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto como, Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros como Catón. Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perceptibilidad definitiva de la razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado de Oriente ha mostrado aquí todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo. ¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!»
Juramento de Bolívar en el Monte Sacro, tal como lo recordaba Simón Rodríguez en 1850
Discrepancias sobre el contenido del juramento
Durante algún tiempo hubo historiadores que pusieron en duda la totalidad del contenido del Juramento, recogido por primera vez en el artículo de Manuel Uribe Ángel titulado “El Libertador, su ayo y su capellán” que se incluyó en el libro “Homenaje de Colombia al Libertador Simón Bolívar”, publicado en Colombia con motivo el primer centenario de su nacimiento.
En dicho artículo, Uribe reprodujo lo que el mismo Simón Rodríguez le contó en 1850 acerca del evento en el Monte Sacro.
En 1913 el escritor Fabio Lozano lo incluyó en su obra “El Maestro del Libertador”, publicada en París.
Para el año 1930 Jules Mancini tomó nuevamente el artículo de Uribe y lo publicó en su trabajo “Bolívar y la emancipación de las colonias españolas, desde sus orígenes hasta 1815”, que apareció en el Boletín de la Biblioteca Nacional Año VII N° 30 del 17 de diciembre de ese año.
A partir de la divulgación de Mancini el texto del Juramento se hizo más conocido, entonces surgieron dudas sobre la exactitud de las palabras, poniendo en duda la memoria del famoso maestro del Libertador y que fuera capaz de citar con tanta precisión las palabras expresadas por su discípulo más de cuatro décadas después y siendo ya un anciano.
Dicen que no hay constancia de que Rodríguez hubiera copiado el juramento, especialmente el preámbulo en el que Bolívar habla sobre la historia y los personajes de la antigua Roma.
Otros plantearon que la lucidez del maestro daba para recordar aquel hecho por lo significativo que fue.
También cabe la posibilidad de que Bolívar sí lo hubiera escrito con antelación, al menos el mencionado preámbulo.
Discrepancias sobre el lugar
Otra controversia que manejaron los investigadores fue en torno a la locación o sitio donde se produjo el juramento de Bolívar, obviamente fue en Roma, pero algunos debatían si había sido realmente en el Monte Sacro, en el Monte Aventino o el Monte Palatino.
Según Simón Rodríguez y sus anotaciones fue en una de las colinas italianas y se refiere al sitio como el Monte Sacro.
Para terminar de dilucidar el asunto, tenemos información de primera mano -aunque no muy detallada- en la carta que Bolívar le dirigió a Simón Rodríguez desde Pativilca (Perú) el 19 de enero de 1824, cuando supo que había regresado a Sudamérica.
En dicha misiva, el Libertador recuerda y alude el juramento en el Monte Sacro.
«¿Se acuerda usted cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria? Ciertamente no habrá usted olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros».
Carta del Libertador Simón Bolívar a su maestro Simón Rodríguez (Pativilca, 19 de enero de 1824)
La promesa cumplida
Lo cierto del caso es que Bolívar efectivamente sí cumplió con aquel juramento que hizo a los 22 años y no dio descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que consiguió liberar, no solo a Venezuela, sino a buena parte de Sudamérica del yugo español.
Una promesa que le dio la gloria de obtener el título de Libertador y darle la Independencia a varias naciones (que en su sueño integracionista debían fundirse en una sola), pero que no lo libró a él mismo de sufrir los sinsabores de las pugnas por el poder y las traiciones al final de su vida.
«¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!»
Simón Bolívar - 1805
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