El cultivo del trigo en Los Andes venezolanos
- 10/04/2024
- ¡La arepa es venezolana!
- Blanca González Marcó
El cultivo del trigo en Venezuela se remonta al siglo XVI cuando los españoles introdujeron este cereal en las nuevas tierras conquistadas y donde no existía la materia prima para su alimento por excelencia: el pan.
Por razones climáticas la siembra del grano de trigo se complicó para los colonizadores, hasta que encontraron el terreno y clima apropiado en las montañas andinas, donde si pudieron cosecharlo y cubrir la demanda colonial.
De este nuevo cultivo adaptado al favorable clima y fértil terreno de los altos valles andinos, surgió uno de tantos mestizajes gastronómicos: la arepa andina
Ven para saber más sobre el cultivo y la cultura del trigo en Los Andes venezolanos.
¿De dónde viene el trigo?
Sabemos que el trigo silvestre surgió en el territorio que en la actualidad ocupan Irak, Irán, Líbano, Siria y Palestina, hace aproximadamente 4.700 años A.C.
De aquellas zonas del Medio Oriente fue trasladado y aclimatado en Europa y Asia, desde donde se llevó a otros lugares donde era propicio su cultivo.
Los cultivos indígenas antes de la llegada de los españoles
En principio, cuando comenzó la población del continente, los indígenas eran grupos nómadas que se dedicaban a la recolección, la pesca y caza de animales que por su tamaño pudiera llevar durante sus travesías.
Una vez que se establecen en comunidades o tribus y pasan del nomadismo al sedentarismo, inicia la etapa de cultivo y la cría de animales, desarrollan nuevas técnicas e instrumentos de siembra y surgen los conucos o milpas.
La base de la dieta de los indígenas consistía, sobre todo, en maíz, frijol, auyama, papa, yuca y batata, la caza de animales pequeños y medianos, la pesca y recolección de frutas según temporada.
El choque cultural, agrícola y gastronómico entre españoles e indígenas
Cuando los españoles llegan a este continente, hasta 1492 desconocido para ellos, encontraron comunidades organizadas que utilizaban la agricultura como forma fundamental de sustento, con sus propias técnicas y rudimentarios pero eficaces instrumentos.
No obstante, en los primeros tiempos los conquistadores no aceptaban modificar en modo alguno sus costumbres alimenticias y quisieron imponer sus técnicas y productos.
Solo que esto no fue tan sencillo como ellos suponían, así que les tocó adaptarse a la fuerza hasta que le “agarraron el gusto” a los platos indígenas.
Después del primer viaje de Cristóbal Colón, los Reyes Católicos entendieron que debían establecer un asentamiento permanente de colonos, a los que había que garantizarles los alimentos que acostumbraban consumir en la península.
Es por ello que en la logística del segundo viaje de Colón (1493), los monarcas promulgaron una Cédula Real en la que se ordenaba localizar y enviar veinte hombres con conocimientos sobre acequias.
De igual manera, se dispuso que la segunda expedición de más de una decena de carabelas, transportase cargamentos de semillas de trigo, piedras de moler, lentejas, arvejas, garbanzos, lechuga, rábano, cebolla, caña de azúcar, ajoporro, cilantro, zanahorias, melones, uvas, aves de corral y ganado.
La intención era aclimatar y extender los cultivos y animales peninsulares en las nuevas tierras, para garantizar el éxito de la colonización europea a gran escala.
Complicaciones para los nuevos cultivos
Como dijimos anteriormente, la empresa de trasladar los cultivos europeos no fue tan sencilla como los conquistadores creyeron, así que -durante la transición- los primeros colonizadores se encontraron en la obligación de seguir la misma dieta de los indígenas a base de maíz, tubérculos, granos y frutas.
Esto mientras seguían experimentando con nuevas técnicas de cultivo y adaptación de sus propios alimentos.
Lo primero que debieron hacer fue adecuar sus conocimientos agrícolas a unas tierras donde no existían estaciones tan marcadas y diferenciadas como en Europa, más allá de temporadas de lluvia y sequía, aparte de que el clima de muchas zonas no era el adecuado para varias plantaciones. Fue un proceso de ensayo y error.
La prioridad era el trigo
Dada la importancia del trigo en la cultura y gastronomía de los europeos, no es de extrañar el empeño en que este fuera el primer cultivo que trataran de implantar en el “Nuevo Mundo”. El pan era un alimento básico en la dieta de los españoles y no convenía que los colonizadores estuvieran descontentos en ese sentido.
Era tal la relevancia del trigo en Europa, que los precios de este llegaron a calcularse en gramos de plata.
En este sentido, era prioridad absoluta lograr la consolidación del cultivo del trigo en lo que hoy llamamos América y garantizar su permanencia en el tiempo.
El trigo en Los Andes Venezolanos
Durante el proceso de exploración, conquista y colonización de las nuevas tierras, los españoles se percataron de que los valles altos andinos tenían las condiciones adecuadas para el tan anhelado cultivo de trigo.
Así fue que lograron sembrar el cereal y recoger las primeras cosechas de granos de trigo, con sus propias técnicas agrícolas. Es importante destacar que en esta zona se asentaron pobladores procedentes de pueblos españoles productores de trigo y conocedores de las mejores técnicas para su cultivo.
Los colonizadores, utilizando la mano de obra de los indígenas, dispusieron las primeras siembras de trigo alrededor del año 1570, en la zona de El Tocuyo y, paralelamente, establecieron áreas de molienda para procesar la harina y preparar el tan deseado pan, sin necesidad de importarla desde la península ibérica.
A finales del siglo XVI, los españoles consiguieron implantar el cultivo de trigo en Trujillo y Mérida, ya para entonces los agricultores podían satisfacer la demanda local de trigo para la producción de harina y se sabe que en 1597 llevaban harina hasta Maracaibo. Esta dinámica se mantuvo incluso durante la época de la famosa Compañía Güipuzcoana.
Otros lugares donde se sembró exitosamente el trigo fueron San Cristóbal, La Grita y Bailadores.
Valga acotar que en Caracas también hubo cosechas exitosas, en menor medida y por poco tiempo.
El vertiginoso desarrollo del cultivo de trigo en Mérida
Entre todas las zonas andinas donde los españoles lograron aclimatar la semilla de trigo, Mérida fue la que tuvo resultados más favorables y satisfactorios a lo largo del tiempo.
¿A qué se debió esto? Pues a múltiples factores, entre los que encontramos:
- La imperiosa necesidad de los españoles para lograr la independencia triguera de la metrópoli, ya que la importación encarecía muchísimo el abastecimiento de harina y todos sus productos derivados.
- El clima frío, seco e insolado de los altos valles merideños y las favorables pendientes inclinadas.
- La experiencia de los colonizadores después de largos años de intentos infructuosos en otros lugares, recordemos que la colonización de la Sierra Nevada de Mérida se produjo en 1559.
- Suficiente “mano de obra” indígena (con previa inducción) para las tareas de arado, siembra, trillado, cosecha, desgrano y molienda.
Sobre el último punto, referido a la mano de obra indígena, acotamos que no fue sino hasta el año 1620 que se dispuso el pago de un estipendio por su trabajo para los sembradores, trilladores y molineros indígenas.
De la exportación al declive del trigo andino
Durante el siglo XVII el trigo andino se exportó hacia Cartagena, Cuba y otras islas del Caribe, así de abundantes llegaron a ser las cosechas del cereal en nuestros valles andinos.
Con el incremento de la población en todos los territorios colonizados por España en América, también aumentó la demanda y las cosechas de trigo de Los Andes venezolanos terminaron siendo insuficientes para satisfacerla.
Sin embargo, en el siglo XIX, al menos hasta 1884, la región andina aportaba la totalidad del trigo que se producía en el país. Este se consumía, sobre todo, en Barquisimeto, Barinas y Apure; en tanto que aumentaba nuevamente la importación de la harina de otras latitudes, como Estados Unidos, por ejemplo.
En el siglo XX y con el desarrollo de la industria petrolera, se incrementa de manera acelerada el consumo de harina de trigo para la elaboración de pan, tortas, galletas y pastas alimenticias, al igual que la importación de alimentos a “bajo costo”.
De cualquier manera, hasta 1950 los estados Táchira, Mérida y Trujillo seguían produciendo trigo, aunque solo fuera para satisfacer la demanda de los mismos productores y habitantes de zonas circunvecinas. Situación que en mayor o menor medida se mantiene hasta la actualidad.
El mestizaje gastronómico del trigo en Los Andes venezolanos
Una vez que los españoles (con la participación de los indígenas) lograron la adaptación de la semilla de trigo, su cultivo, cosecha y desarrollo autóctono, no solo se produjo el tan ansiado pan de trigo fundamental en la dieta europea, sino que los indígenas y luego los descendientes de unos y otros (y ambos) conjugaron sus respectivas gastronomías para crear un nuevo alimento: la arepa de trigo o arepa andina.
Recordemos que la arepa era el alimento ancestral a base de maíz de los indígenas que habitaban lo que hoy es Venezuela.
Pues bien, con la siembra de trigo a gran escala en la región Andina se produjo un mestizaje culinario al crear un nuevo “pan” con un método similar de preparación y cocción que la arepa de maíz.
(Después aparecerían también los pastelitos andinos, equivalentes a las empanadas de maíz. Pero sobre estos hablaremos en otro artículo).
Receta de las Arepas de Trigo o Arepas Andinas
Para preparar las arepas andinas debemos seguir estos pasos:
Ingredientes
- 2 tazas de de harina de trigo
- 2 cdas de aceite vegetal o mantequilla derretida
- ½ cdta de sal
- 1 cda de azúcar
- ½ taza de leche o agua (o cantidad necesaria)
- 1 huevo
Preparación
- Mezclar todos los ingredientes secos en un recipiente, llevar a una mesa y hacer un agujero en el medio como si fuera un volcán, allí agregaremos la leche o el agua, el aceite o la mantequilla derretida y el huevo.
- Unimos con las manos hasta integrar todos los ingredientes, amasar durante 5 o 10 minutos hasta que la masa se despegue de los dedos. Durante el amasado nos daremos cuenta si hace falta más harina o, por el contrario, más líquido.
- Dejamos reposar la masa por 15 minutos, luego la dividimos en porciones y hacemos peloticas del tamaño de un puño o como si hiciéramos arepas de maíz.
- Aplastamos cada bolita de masa con la mano o con ayuda de un rodillo en la mesa enharinada. Las arepas no deben quedar ni muy gruesas ni muy delgadas.
- Llevamos las arepas a una plancha ligeramente engrasada y asamos a fuego medio bajo por cada lado hasta que doren.
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